"La foto" de Aimée Gabriela



Una vez más, Kevin despertó con la mirada muerta del buitre clavada en el objetivo de su cámara, el corazón le gritaba que hiciera algo y las piernas sordas. No deseaba moverse, quería engañar a la vida, que lo diera por muerto. En su mente de nuevo esas imágenes, no era un sueño. ¿Por qué no? ¿Por qué me fui?, intentaba perderse entre la seda y los doce almohadones de algodón. Se levantó y caminó diecisiete pasos hasta el espejo del tocador, el reconocimiento con su nombre y los quince mil dólares.

Levantó la mirada hacia el espejo y la clavó en las comisuras de sus labios. Intentó sonreír, pero el recuerdo del cuerpo seco de la niña y los ojos pacientes del depredador, se lo impidieron. Cinco, siete, nueve pasos más. Se metió a un pantalón y a una playera, terminó de vestirse y bajó corriendo los veinte pisos que lo separaban de la gente viva, que no fue tan desafortunada, que le recordaba todos los días, los lugares donde se perdió, la pobreza que lo rodeó. El dolor que lo miró a los ojos y lo llama por las noches en sus sueños. Se subió a su camioneta y se fue. 

Manejando recordó a su mejor amigo. Años de viajes fotografiando juntos. La muerte siempre los persigió, eran inseparables; se cuidaban las espaldas en las consignas más peligrosas. En su mente vagaba un día cuando nadie los conocía aún, dos copas del ron más barato salpicando aplausos, mientras se entregaban uno al otro el Pulitzer envuelto en servilletas del hostal. Dos gotas gordas acompañaban sus recuerdos y hacían surcos en su rostro. Sintió de nuevo a Ken, pesado y frío entre sus piernas.

Tenía un plan para más tarde: conducir hacia el pasado, cerca del lago donde fue feliz cuando era un niño. Recordó lo que más le dolía ahora, su hijo. No era capaz de mantenerlo, no quería hacerle daño. Unos días antes perdió la oportunidad de hacerlo en un avión. Antes de salir a la entrevista, tomó una hoja, vació en ella lo que le quedaba por decirle.

Minutos después estaba sentado frente al periodista.

—Antes de hablar del Pulitzer quiero darte el pésame por la muerte de Ken, la noticia fue devastadora para todos. Lo siento mucho.

—Debí haber sido yo.

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