Tirado en una avenida del conurbano
Por Joaquín Rodríguez
Tirado en una avenida del conurbano (no recuerdo cual) espero la ambulancia o la muerte, dependiendo cual llegue primero. Merodean cuatro policías que se hablan, no puedo escuchar nada desde el golpe pero por sus caras parecen discutir. Una quinta vestida de azul-pitufo me mira queriendo averiguar algo que todavía no sé. Cada tanto ella también gesticula, yo intento decir “No te escucho” pero mi mandíbula se desgarra si la intento mover. Ningún ruido entra, ninguno sale.
Muevo los dedos de la mano derecha pero ella solo me ve a la cara. Un ojo lo tengo cerrado permanentemente, el otro vigila la situación.
Llegan dos canas más cuando empiezo a sentir algo en mi oído, agradezco a alguien.
No tengo posibilidad de distinguir palabras de la cadena constante de sonidos estridentes. Un yuta pasa con una parte de mi moto y doy por descontado que es irrecuperable el daño.
Una sirena múltiple se escucha a lo lejos, tiene que ser la ambulancia, pero nunca supe distinguir entre esa y la de los cobani. La de los bomberos sí porque es la que te rompe los tímpanos, porque sube todo el tiempo hasta que te pasa por al lado. Una sirena que lastima es un oxímoron tan violento.
Para mis oìdos sensibles la sirena múltiple es sádica, de cualquier forma nada me golpea tanto como la imagen de, en vez de una traffic blanca, tres motos azul oscuro montadas de ratis. Ya son diez.
Policía, pitufo, cana, yuta, cobani, rati puto. Tenemos tantas formas de llamarlos. ¿Será porque viven mandándose cagadas? ¿Será por ese miedo que inspiran con la mano sobre el fierro? Algunos tardan seis meses en salir a la calle con un arma y potestad para usarla, en seis meses aprenden todo lo básico. Coima y “Choreo I y II” y “Extorsión Avanzada” se aprende en la calle, con los amigotes que entraron hace un mes o dos. Y “cómo limpiar una escena para llevarse la merca sin que nadie boquee” es el posgrado. “Felicitaciones oficial, usted a partir de hoy es un reverendo hijo de puta”.
-La concha de sus madres, ¡¿Dónde está la ambulancia?!
La que me estaba mirando se acerca y me dice “¿Quién te chocó?”
Y yo no sé quién me chocó, venía por Saldías, doblé en nueve de julio y retomé la conciencia cuando estaba acá tirado en el suelo, ya con dos policías mirándome, discutiendo entre ellos.
De reflejo le susurro áspero -Lo único que me acuerdo era que el auto era azul oscuro…
Me doy cuenta lo que estoy diciendo y me callo. Ella levanta las cejas y le hace una seña a sus nueve compañeros. Siete dispersan a la gente que no llegó a ver mucho, mientras les aseguran que ya llamaron al hospital más cercano, pero no llegan. Dos van al móvil abollado para llevarlo a un taller amigo, y uno se me acuclilla al lado por las dudas. La ambulancia ya no es una opción.
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