El no-hogar, una lectura a “Giribone 850” de Silvia Jurovkvietzky
Por Joaquín Rodríguez
*La imagen es lo que nos da internet cuando googleamos “Giribone 850”
____
Decidí finalmente comprarme un libro que hacía tiempo tenía en mis intenciones, en esa lista eterna que nos encanta armar a los que nos encanta leer. Decidí finalmente dirigirme a Mercado Libre y comprar “Giribone 850” de Silvia Jurovietzky, que fue publicado en la editorial Bajo la luna. Libro que, como dice en una de las primeras hojas, ganó el tercer premio del Fondo Nacional de las Artes en 2008, lo que solo puede llevar a uno a preguntarse ¿Qué obra maestra son los dos primeros? Tema de otro día, dos nuevos títulos a la lista.
Para comprender a Giribone, al menos desde su lógica más rudimentaria, hay que conocer la historia de Silvia, que vivió en este edificio tomado durante más de una década y que finalmente escribió este texto desgranado y fragmentario que es “Giribone 850”. Si quieren saber más sobre la autora, o al menos algún paneo general, pueden pasarse por la entrevista que le hicimos hace un tiempo.
Ahora si, basta de biografismos, esta poesía no necesita de todos estos artilugios para ser disfrutada.
Como dije anteriormente hay algo de lo fragmentario en esta poesía que se construye en voces sonoras y ecos ajenos, y fantasmas encabalgados. Es posible, creo yo, acceder a todo esto, a esta bellísima confusión poética, desde una torción del conocido concepto de Marc Augé, de “no-lugar”, que se refiere a ese espacio en el que uno no puede relacionarse, sino que es más bien de tránsito, como puede ser un aeropuerto o una autopista incluso. Este concepto ha tenido un gran impacto (no necesariamente teórico pero sí como herramienta para analizar) en la literatura de pueblos originarios, desde Simon J. Ortiz, poeta Acoma del sur de Estados Unidos, hasta escritores de nuestras tierras, fundamentalmente en las comunidades en las cuales el encuentro es un proceso ritual constante. En estas comunidades estos espacios en los que nadie se relaciona, sino que “pasan” se convierten en un sinsentido, en un punto de incomprensión.
Sin embargo este espacio que se reconfigura, este Giribone que aparece cuasi-personificado, no podría ser un “no-lugar”. Es, desde su misma concepción primaria, una vivienda. Es, al mismo tiempo un lugar que no debe estar ocupado por personas que viven. Las percepciones de los habitantes, los “usurpa ocupa” de Giribone como “hogar” chocan contra las percepciones de quienes quieren desalojarlos. Estos no creen que no sea un hogar, pero si quieren plantear esta idea del “no-hogar” para poder destruir esa base y desalojar a los habitantes. No se puede sacar a gente de su “hogar” pero si de un lugar que no puede definirse. En este mismo conflicto es que la voz narradora intenta reafirmarse mientras tambalea, busca afirmar su palabra de que Giribone puede ser su hogar, pero es atacada por él y por los vecinos. Es atacada por quienes la abandonan. La voz se debilita pero sigue su perorata, se refuerza con los nombres de los vecinos que quedan, y con los que se quedaron atrás “pequeñas batallas ganadas/cuando se iban los peores/y quedaban los mejores”. Se refuerza coraza contra los que vienen de afuera en poemas como “La puerta del 3°D” o “El juego de las visitas”, contra quienes replican el discurso del “no-hogar”, a quien hay que demostrarle lo contrario.
Estos poemas son un manifiesto conjunto sobre la soledad, sobre lo que “hay que hacer”, sobre las ilusiones de juventud, las que se van con la adultez y las que quedan reverberando. Son un manifiesto contra la voz que intenta enajenar a uno de lo más vital o cercano, en este caso, del hogar.
Comentarios
Publicar un comentario