"Niebla en el río" de Aida Romero
Damián transitaba a medianoche por la carretera de Santiago a Soná. Es un tramo tortuoso, con muchos puentes sobre quebradas y ríos caudalosos. Metido en sus pensamientos, cansado tras 5 horas de conducción. La calle estaba húmeda, era octubre, el mes más lluvioso. Tenía la ventana abajo, escuchaba a lo lejos los ruidos normales en una noche en una vía hacia un poblado, lejos de edificios, avenidas. Nadie en la carretera, era el único carro.
No se consideraba miedoso, pero había escuchado tantos cuentos, esas historias de terror que abundan en los pueblos, que si la Silampa, el gato negro. Prefería no pensar mucho en eso, de pronto se asustaba. Tenía otras preocupaciones más mundanas: cuentas por pagar, una hipoteca con intereses cada vez más altos, facturas pendientes A pesar de tener un buen trabajo, y de que la vida en Soná era más barata, gastaba más de lo ganaba. No le cuadraban las cuentas. Su cerebro era como una hoja T, la visualizaba con claridad, viendo dónde rebajar números ese mes.
Distraído al volante vio a lo lejos a una mujer vestida con una túnica blanca de la cabeza a los pies. Qué raro, sola a esa noche en este lugar. Comenzó a sudar, de reojo observó su cara brillante, los ojos amarillos y la mirada hambrienta. Reparó en su sonrisa tenebrosa. Ella comenzó a moverse hacia la calle, buscando que detuviese el carro, Damián aceleró, 120 km por hora. ¡Dios!, era la Silampa.
Comenzó a llover muy fuerte, el cielo estaba iluminado con una pléyade de relámpagos. Los truenos retumbaban como tambores de guerra, como música de película maquiavélica. Estaba llegando al río, donde había una neblina espesa, no se veía nada. Lluvia, truenos, deudas, oscuridad, soledad, hipoteca, desamparo.
Al pasar el puente San Pablo, sintió a alguien que le respiraba cerca, dentro de su carro. Exhalaciones fétidas entrecortadas, pegadas a su cuello, movimiento de labios, lengua, dientes. Miró por el retrovisor, la Silampa. Un líquido empampó sus pantalones. La mujer se le acercó con los dientes, se clavó en su mejilla, le arrancó un buen trozo de carne, masticaba con placer, luego fue al otro lado, más carne, huesos, sangre por doquier, mutismo, parálisis.
Damián aceleró, perdió el control, gritó, se fue abajo antes de llegar al puente sobre el río Tríbique.
Gritó, despertó con dificultad. Luna, su cachorra, le lamía la mejilla.
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Fabuloso, terror puro. Excelente narración. Felicitaciones.
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