"Ta,ta,ta,ta" de Pilar Narváez Garzón
Ta, ta, ta,
ta, ta, ta. Tííínnnn.
El golpe del agua con el metal es más agudo. Sobre la
pared es más seco. Se escucha el agua cayendo a lo lejos. Sobre el vidrio de la
ventana, sobre el pavimento del frente.
En la distancia es el sonido de un río pequeño que se
envalentona con el agua de las nubes. El tarareo goteante ahora es una serenata
¿quién es capaz de separar las cortinas?
Pasos a la sala con el frío blanco pegado a los pies. El
hervor del agua en la cocina. Dos barras morenas se derriten en el calor de la
olleta. A los veinte minutos sale el blanquito humoso que se forma en las
ventanas con el contacto de otra temperatura. El olor de tierra tocada por la
lluvia y el amanecer en una sola taza. Queda la bruma en medio de los
edificios.
Suena la alarma. Se agitan los pies, los niños corren en
la mañana y se mueve todo a su alrededor, las duchas, las chaquetas de colores,
las sombrillas, los carros, los árboles, el agüita que queda en las hojas.
La brisa lleva la humedad a los rostros de la gente. Lunes
en la mañana. Hálitos de luz se van colando. Los pasos repetidos secan los
suelos y calientan el viento. Los salones se llenan de nuevo. Un buenos días
después de dos años, veinticinco sonrisas escondidas en azul a través de las
miradas. Seguir.
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