La noche boca arriba de Cortázar o Cómo escribir un cuento con dos historias que fluidamente se entrecruzan
IMPORTANTE:
1) Siempre partirmos en nuestro taller del axioma de que no hay verdad revelada, ni en la literatura ni en nada. Cada “consejo”, “regla”
o elementos de la mismo índole, tienen que verse/probarse en el contexto en que se
escribe, se lee y se crea cada texto. Esto quiere decir que puede que no a todo
el mundo le sirva este artículo, por lo que si a alguien no le funciona, no
pasa nada, que busque otras formas, que no se frustre.
2) Leer el cuento
antes de leer este artículo.
En “La noche boca
arriba” de Cortázar, se entrecruzan dos historias. Un hombre que choca con la moto y se
recupera en el hospital, y un moteca que escapa de los aztecas. La transición entre
las dos historias es sutil, y un primer elemento a tener en cuenta, es cuál historia de las que vamos a trabajar va a ser el eje, el pivot del cruce. En este caso, Cortázar usa la del
personaje hospitalizado.
La literatura
fantástica tiene la particularidad de que siempre usa un elemento , del que no nos
damos cuenta que se va volviendo veraz a medida que nos adentramos en la
historia, es decir, va generando un ambiente, un contexto, que vuelve realidad algo irreal. La verosimilitud o la construcción de la verosimilitud es un factor
crucial para realizar este tipo de textos, en este caso, el elemento son los sueños de ambos
personajes. Podemos en un sueño soñar
que somos cualquier cosa, y soñar con cualquier cosa, incluso con historias paralelas, con otras vidas.
El cambio NO es brusco, es fluido, ni se nota, va de un personaje al otro, por
ejemplo la primera conexión se da en el olor. El olor trasciende de un
plano existencial al otro.
“…Como
sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores.
Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las
marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie…”
Y
no hay explicación, lo que hay es la llegada directa (no abrupta) al otro
personaje:
“…Y
todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de
hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la
selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que solo ellos, los
motecas, conocían…”
El
personaje del sueño no es percibido como un sueño,
y no es racionalizado como un sueño, el personaje de hospital no lo
convierte solamente en producto de su imaginación. Y en la narración se va
directo a la problemática del moteca como sobreviviente de una guerra. Si
alguien hubiese escrito “Soñó que era un moteca”, ya estaría explicando y
arruinando la posibilidad de jugar más con lo difuso de lo onírico. Lo que
también le da realidad al personaje moteca, es que tiene sus propias
características, y su propia vida, no es meramente un reflejo o algo sin sentido. “…“Huele
a guerra”, pensó, tocando
instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un
sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no
era extraño, en sus sueños abundaba el miedo…”. El personaje hospitalizado
no participó de ninguna guerra, pero el moteca sí.
Otra
cosa importante es no dar nada masticado, no explicar desde la voz que narra
lo que pasa y decir algo como “Son personajes de dos realidades paralelas que
se sueñan el uno al otro, uno puede ser sueño del otro, o puede ser una
conexión en el tiempo, o algo mágico”. Si
hacemos eso, arruinamos el cuento, o al menos el objetivo de este artículo que
es cruzar dos historias sin hacerlo obvio, de forma fluida, y jugando con toda
la potencia narrativa de no explicar, ni dar por masticada la historia.
Y si a alguien se le viene a la mente “Chuang Tzu y
la mariposa”, vale la pena recordar que ese texto es una parábola filosófica, no
un cuento en el sentido más elemental en el que entendemos un cuento. Su
intención es exactamente aleccionar y hacer reflexionar, por lo que su potencia
radica en la ambigüedad del sueño, pero también en la brevedad y en lo directo
que impacta en quien lee o escucha esa historia.
La "explicación" que da Cortázar está en el texto, pero en el personaje
de la moto, no en la narración . Está en el personaje que siempre usa como guía, o como eje principal. Y no es
obvia ni acartonada la explicación, es una reflexión del personaje que no
explica el cuento, pero sí da pistas:
“¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a
acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir
que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el
choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que
fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese
hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien
como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias
inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al
salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo
alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida,
la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse
sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la
oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La
almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua
mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz
violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.”
La forma en que podríamos interpretar un texto es
eterna, cada persona puede
tener una interpretación diferente, o adherir a las que ya existen sobre este
cuento. Pero sí Cortázar, (como un juego
literario, ya habiendo usado al primer personaje como eje) da un giro para cerrar el cuento, da un guiño a cierta forma de
interpretación, pero también de
forma sutil y ambigua.
“…Con una última esperanza apretó los párpados,
gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba
otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a
muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que
venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a
despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro,
absurdo como todos los sueños;…”
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