"Carta a" de Joaquín Bustamante
Olga, te escribo este wasap porque todos mis mails caían en correo no deseado, cuando caminás por la calle nunca mirás para atrás, porque los pasacalles para vos son invisibles y pasadas las diez de la noche no te asomás por la ventana a ver que te estoy esperando.
Vos no sabés lo difícil que es mantener la mentira del futsal los jueves a la noche. Vuelvo a casa frustrado porque no me viste. Mi esposa debe pensar que somos los peores, cuando me pregunta digo lo mismo, que estuvo peleado, pero que la suerte los ayudó más a ellos. Una vez me dijo si la acompañaba a un lugar, menos mal que estaban los chicos del futsal y le dije que ya tenía arreglado un asado. Hace unas semanas piensa que estoy viendo a otra, y lo hago. Te veo a vos iluminada por el brillo de la pantalla y pienso, si me vieras.
Ya no sé qué debe pensar mi familia. Que me explotan en el trabajo seguro. Me despierto a las cinco de la mañana, me visto y salgo para tu casa. Espero a que salgas y te sigo, las primeras veces desde lejos observando. Cuando confirmé que no te dabas cuenta que estaba atrás, empecé a acercarme. No quiero echarte toda la culpa a vos, pero mirá que sos eh. Un día estábamos yendo a la estación de tren y un chabón me toca el hombro. Me pregunta si era el de la mañana, se presentó como el de la noche. Todo bien, le dije, pero vos sos el de la noche, qué hacés acá. Quería probar a ver si le dabas bola en otra franja horaria, que capaz era la oscuridad lo que hacía que no lo notaras. Le dije que se vaya. Entonces me salió con que yo le cagaba el spot de la ventana los jueves. Discutimos un rato. Le pregunté hace cuanto que estaba con vos y me dijo cuatro años. Que cara me puso cuando se escuchó. Me pasó tu mail, lo que hacés los fines de semana, una lista de tus amigas y tus amantes y se fue.
Un jueves me sentí especialmente valiente y te dejé una nota impresa. La dejé pegada con cinta en la puerta de las rejas antes de volver a casa. A la mañana siguiente saliste y sin leerla la hiciste un bollo. Insistí varias semanas, pero te veía tirarlas y me hacía mierda. Capaz que fui yo el boludo, pensabas que era un panfleto de una pizzería nueva del barrio y no le dabas importancia. También un poco de culpa la tengo yo, no le puse tanto esmero, ni tenía que ir a un ciber que imprimía las cosas en casa. Le mandé un mensaje al de la noche, se desilusionó más al darse cuenta que nunca habías leído ninguna de sus cartas. Era uno bueno al que tenías a la noche, no sé cómo no le diste bola. Sus mensajes crecían en salvajez y la firma con letras de revista le daban un toque loco fantástico. Ponía Tu Ángel De La Guarda y una cabeza de Ángel Debrito al costado para darle un aire chistoso.
Hasta conversamos. Me acercaba más y más hasta sentarme al lado tuyo en la parada. Me sonreíste contenta, te saqué un toque de charla. Todavía no entiendo por qué no te alarmó cuando te comenté de las flores de la puerta de tu casa. Te emocionaste y me contaste que ahora tenían una plaga, pero que ya tenías Fumixan. Yo ya sabía, fuimos a comprar el veneno juntos, ese día me compré mi primer cactus. Ahora tengo como veinte en la ventana.
¿Nunca sentiste un aire fuerte en tu nuca cuando estabas parada en el bondi? Probé varios días de hacerlo, me lincharon y vos seguías viendo al frente escuchando Tan Bionica.
En las películas parecía más divertido, más rápido. En Halloween a los veinte minutos Jamie Lee Curtis está re persecuta preguntándole a todo el mundo si lo veían a Michael. En un día ya se había dado cuenta. Me imaginaba más movida la cosa. Vos te dabas vuelta un par de veces y me veías, corrías unas cuadras y cuando me buscabas ya no estaba. Después llamando a la policía que hay un loco en la puerta de tu casa. La cosa sana. Pero no.
Ahora estoy en la otra pieza dando vueltas tus cajones. Olí algunas de tus prendas, después contame que jabón usas, las mías terminan con un olor a grasa. Metí la nariz en algunas de tus tangas y nada. Igual ya sabía que no iba a pasar nada, no doy con el perfil del perverso. Antes apuntaba más a ser el imaginario, ese que te hace flashear si existe de verdad o no. Con las cartas probé varios tonos, en cada bollo veía la oportunidad de reinventarme. Fui el romántico celoso, el obsesionado con tus rodillas. Una ocasión mi esposa pensaba que escribía parte de mi novela y me ayudó a escribir al fanático, eras mi diosa, Sabrina le dio unos toques con un desequilibrio muy bueno para un primer encuentro.
Espero que me leas y que coincidamos en la cocina.
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¿Por qué no te llegan mis mensajes?
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