Por qué no acepté el Premio Nobel-Jean Paul Sartre
Lamento profundamente
el hecho que este incidente se haya convertido en algo así como un escándalo.
Un premio me fue entregado, y yo lo rechacé. Esto sucedió enteramente porque no
fui informado lo suficientemente pronto de lo que estaba pasando. Cuando leí en
el Figaro littéraire del octubre 15, en la columna del corresponsal sueco, que
la decisión de la academia sueca se dirigía hacia mí pero que no había sido aún
determinada, supuse que al escribir una carta a la academia, la cual envíe el
día siguiente, podría aclarar las cosas y no habría más discusión.
En ese momento no era
consciente que el Premio Nobel se otorga sin consultar la opinión del
destinatario, y creí que había tiempo para prevenir que eso sucediera. Pero
ahora entiendo que una vez la Academia Sueca ha tomado la decisión no puede ser
revocada posteriormente.
Mis razones para
rechazar el premio no conciernen ni a la Academia Sueca ni al Premio Nobel en
sí mismo, como expliqué en mi carta a la academia. En ella acudí a dos tipos de
razones, personales y objetivas.
Las razones personales
son estas: mi negativa no es un gesto impulsivo, siempre he declinado los
honores oficiales. En 1945 cuando me ofrecieron la Legión de Honor, la rechacé
aunque simpatizaba con el gobierno. De la misma manera, nunca he intentado entrar
al Collège de France como muchos de mis amigos me sugirieron.
Esta actitud se basa en
la concepción que tengo sobre la empresa del escritor. El escritor que adopta
una posición política, social o literaria debe actuar únicamente con los medios
que le son propios, es decir, la palabra escrita. Todos los honores que puede
recibir expone a sus lectores a una presión que no considero deseable. Si me
designo a mí mismo como Jean Paul Sartre no sería lo mismo si me designara Jean
Paul Sartre, ganador del Premio Nobel.
El escritor que acepta un honor de esta clase se involucra a sí mismo con la asociación o institución que lo ha honrado. Mis simpatías por los revolucionarios venezolanos solo me comprometen a mí mismo, Mientras que si Jean Paul Sartre, ganador del Premio Nobel campeón de la resistencia venezolana, también compromete todo el Premio Nobel como su institución.
El escritor debe, por
lo tanto, negarse a dejarse transformar en una institución, incluso si esto
ocurre bajo las más honorables circunstancias, como es en el presente caso.
Esta actitud es, por
supuesto, completamente mía, y no contiene críticas de aquellos que ya han sido
galardonados con el premio. Yo tengo gran respeto y admiración por varios de
los laureados que tengo el honor de conocer.
Mis razones objetivas
son las siguientes: La única batalla posible hoy en el frente cultural es la
batalla por la coexistencia pacífica de dos culturas, la de Oriente y la de
Occidente. No me refiero a que deban abrazarse mutuamente; sé que la confrontación
de estas dos culturas debe tomar necesariamente la forma de un conflicto, pero
esta confrontación debe ocurrir entre hombres y entre culturas sin la
intervención de las instituciones.
Yo mismo estoy
profundamente afectado por la contradicción entre las dos culturas: estoy hecho
a partir de tales contradicciones. Mis simpatías van innegablemente al
socialismo y lo que es denominado el Bloque Oriental, pero nací y me crié en
una familia burguesa y en una cultura burguesa. Esto me permite colaborar con todos
aquellos que buscan acercar a las dos culturas. Sin embargo espero, por
supuesto, que «el mejor hombre gane» es decir, el socialismo.
Es por eso que no puedo
aceptar un honor otorgado por las autoridades culturales, más con las de
occidente que las de oriente, incluso si simpatizo con su existencia. Aunque
todas mis simpatías están del lado del socialismo. Por lo tanto, to sería
incapaz de aceptar, por ejemplo, el Premio Lenin, si alguien quisiera dármelo,
que no es el caso.
Sé que el premio Nobel
en sí mismo no es un premio literario del Bloque Occidental. pero es de lo que
está hecho, además pueden ocurrir eventos que están por fuera de los terrenos
de los miembros de la academia sueca. Esta es la razón por la cual, en la
presente situación, el Premio Nobel se mantiene objetivamente como una
distinción reservada para los escritores de Occidente o los rebeldes de
Oriente. No ha sido otorgado, por ejemplo, a Neruda, quien es uno de los más
grandes poetas latinoamericanos. Nunca ha habido una cuestión seria de dárselo
a Louis Aragón quien ciertamente se lo merece. Es lamentable que el premio haya
sido entregado a Pasternak y no a Sholokov, y que la única obra honrada de la
Unión Soviética debiera ser publicada en el extranjero y censurada en su propio
país. Se pudo haber logrado cierto equilibrio gracias a un gesto similar en la
otra dirección. Durante la guerra en Argelia, cuando firmamos la declaración de
los 121, debí haber aceptado el premio con gratitud porque no me hubiera
honrado únicamente a mi, sino también la libertad por la cual estábamos
luchando. Pero las cosas no ocurrieron de esa manera, y solo al terminar la
batalla el premio me ha sido otorgado.
Al discutir los motivos
de la Academia Sueca, se ha hecho mención de la libertad, una palabra que
sugiere muchas interpretaciones. En occidente solo se entiende una libertad
general: personalmente, me refiero a una libertad más concreta que consiste en
el derecho de tener más de un par de zapatos y comer lo suficiente. Me parece
menos peligroso declinar el premio que aceptarlo. Si lo acepto, me ofrezco a lo
que llamaré «una rehabilitación objetiva». de acuerdo con el articulo del
Figaro littéraire «no se celebrará contra mí un controversial pasado político».
Sé que este artículo no expresa la opinión de la Academia, pero muestra
claramente como la aceptación del premio podría ser interpretada por ciertos
círculos de derecha. Considero que este «controversial pasado político» sigue
siendo válido, incluso si estoy muy preparado para reconocer a mis camaradas
ciertos errores pasados.
No quiero decir que el
Premio Nobel es un premio burgués, pero tal es la interpretación burguesa que
inevitablemente se daría en ciertos círculos con los que estoy muy
familiarizado.
Por último, he llegado
a la cuestión del dinero: es una carga muy pesada la que la Academia impone
sobre el laureado acompañando su homenaje con una enorme suma, y este problema
me tortura. Cualquiera que acepte el dinero del premio puede apoyar
organizaciones o movimientos que uno considere importantes: mis propios
pensamientos fueron al comité del Apartheid en Londres. O bien uno declina el
premio con principios generosos, y por lo tanto priva al movimiento de de tal
apoyo que tanto se necesita. Pero creo que esto no es un problema real. Obvio
renuncio a 250,000 coronas porque no deseo ser institucionalizado ni en
occidente ni en oriente. Pero no se puede pedir, por otra parte, que renuncie
por 250,000 coronas a principios que no son propios, sino que compartimos con
todos los camaradas.
Esta es la razón que ha
hecho tan doloroso para mi tanto la concesión del premio como el rechazo que
estoy obligado a hacer.
Deseo terminar esta
declaración con un mensaje de sentimiento de camaradería para el público sueco.
Jean Paul Sartre
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